Cuadernos

martes, 23 de noviembre de 2010

Sobre "Alteraciones pedagógicas, educación y políticas educativas" de F. Jódar




 
A partir de las ideas de Foucault y Deleuze, de la construcción de preguntas más que de respuestas, poco a poco parece irse articulando otro modo de hacer pedagogía, o al menos una ranura a a partir de la cual, podemos pensar la educación de otra manera, alejada de doctrinas, de maneras de hacer preestablecidas, de explicaciones interminables... Pero la propuesta revolucionaria, a mi parecer, que plantea el libro, es el de hacer pedagogía des de otro sitio, desde una posición incierta, alejada de la comodidad de lo sabido, de lo aprendido, e intentar así cuestionar y problematizar todas aquellas prácticas incuestionables, las maneras de ser sujeto, todo ello dado por válido para observarlos des de otro punto, para ver qué pasa con ellos, para ver qué pasa con la educación.

Para poder contar que nos pasa en educación, hay que reivindicar otras formas de lenguaje, otras formas de expresar qué es también Educación. No basta con las formas utilizadas hasta ahora, es necesario, reinventar otras maneras de hablar de pedagogía, alejados de los discursos utilizados hasta ahora, los llamados discursos oficiales que nos muestran una pedagogía encerrada en sus propios lenguajes, que a menudo no nos dicen nada, están vacíos.

La relación lenguaje-mundo, es una imagen construida desde estos discursos oficiales de las instituciones educativas, los profesores, los tecnólogos de la educación, los investigadores que pretenden hacer ciencia de la Pedagogía. Nos hacen creer que esta es la única manera de acercarnos a ella, una forma ya sabida, ya leída, ya escuchada, pero que, a su vez, no deja espacio para otras formas de ver y entender la educación. El mundo de la Pedagogía se encuentra encorsetado, encauzado hacia unos fines. La pedagogía al servicio de la solución de problemas para ser eficaces, la adquisición de competencias para ser competentes...técnicas para reflexionar, técnicas para trabajar en equipo, técnicas para poner en común, técnicas para todo.

A través de otra manera de entender el lenguaje, mucho más abierta, con nuevos significados de las palabras, podemos acercarnos de otra manera a la experiencia, a eso que nos pasa. Con el lenguaje de la experiencia podemos, poco a poco vislumbrar otra manera de hacer educación, difuminando los contornos y los límites establecidos por todo aquello que a priori parece inevitable, inamovible, estancado. Se trata pues, de ver más allá, de todo lo que parece indiscutible, aquello que hasta ahora se ha hablado con un determinado lenguaje, reduciendo el hecho pedagógico a un conjunto inerte de técnicas, tácticas, programas y aplicaciones diversas.¿Es esta la manera de acercarnos a la Pedagogía?

Este libro es una invitación precisamente a eso, a experimentar con otros lenguajes, lenguajes narrativos, lenguajes construidos a partir de nuestra experiencia, para ver si es posible, otras maneras de pensar, otras maneras de ver, de decir, de hacer pedagogía.

Pensar sobre todo ello, nos da una cierta apertura, rebaja los límites de lo impuesto, de lo dado por verdadero, y nos ofrece la oportunidad de pensar otras formas de vida. Es un cuestionamiento que nos acerca a la transformación de cada uno, a partir de la experiencia, y nos abre a las nuevas posibilidades que ofrece otro lenguaje, otra manera de ver y posicionarse en el mundo.

Nuestro mundo actual, es pobre en experiencias, la experiencia, aquello de lo que parecía que no podíamos prescindir, puesto que forma parte de la misma condición humana, ha sido eliminada como fuente de relación con el mundo, como medio ara conocerlo y exponernos en él. Sin experiencia, nada nos pasa, y si nada nos pasa, nada podemos decir de nosotros ni del mundo sin que suene vacío, desvinculado de nosotros mismos.

La apropiación del lenguaje y del espacio de la experiencia por parte de los discursos autoritarios y mayoritarios, hace necesario buscar un lugar nuevo donde hablar de otra manera de hacer pedagogía, la que nos ofrece, precisamente Foucault y Deleuze. Para ambos, la salida al escolarismo, es la única salida para la supervivencia de la Pedagogía.¿Cómo?, alterando su propio significado, problematizando lo dado, buscando otra entrada.

Es pues, aventurarse en un viaje hacia lo desconocido, con la incerteza del que busca, guiado por una especie de intuición, pero sin saber que nos vamos a encontrar en este viaje no planeado, sin objetivo, sin intenciones preestablecidas. Se trata más bien de aventurarse para ver que tiene de experiencia y de transformación de lo que somos aquello que nos dan, que viene de afuera, que no no es propio y aquello que nosotros vemos, aquello que somos y vivimos, como dos formas diferenciadas, algo opuesto e irreconciliable, excluyente uno de otro.

Cuando hablábamos de buscar un nuevo acceso que nos permita recoger lo que la pedagogía nos ofrece como experiencia, Foucault y Deleuze están de acuerdo en la importancia que recobra, la búsqueda de este nuevo espacio, nuestra conexión con el exterior, el huir de las abstracciones, la importancia de lo nuevo para olvidar el pasado y concluir que lo dado por válido, como único y como eterno, es algo construido, y por tanto, podría ser de otra manera.

“No hay nada en interpretar, no hay nada absolutamente primario para interpretar, ya que en el fondo ya todo es interpretación”. Por tanto, al ser todo construido, la importancia radica, no tanto en descubrir el origen de las cosas, si no preocuparse de la producción de lo nuevo, de lo no pensado, y ver así donde nos lleva. Se trata pues de crear, de reinventar, de ficionar, de producir lo nuevo. La realidad está aún por inventar, escapemos de lo antiguo, escapemos de nuestra propia historia, despojémonos de todo lo que somos, reinventémosnos!

Ambos filósofos, reivindican otra historia, una historia que aún está por inventar, y nos puede servir para desligarnos de este lastre construido que es la vida de la humanidad. Para ello, una de las tareas que proponen, es un trabajo de redefinición de palabras y conceptos como intelectual, libro y el mismo hecho de leer.

El libro, entendido pues, bajo este nuevo sentido de experiencia, como una especie de instrumento en el que cada uno extrae su particular visión de la experiencia misma que representa acercarse a la literatura. Una experiencia que tiene en cuenta la relación íntima entre el que lee y lo leído, sin saber a donde nos lleva, sin que nadie nos explica el significado de lo que leemos. De esta manera, podemos encontrar nuevas relaciones, nuevas conexiones diferentes a lo ya establecido, al significado construido por otros, pero que no es el propio. Recobrar pues, el carácter instrumental del libro, no como un todo inamovible, sino como un punto de partida, a partir del cual elaboro mi propio pensamiento. Por tanto, podemos ver aquí, una reivindicación hacia nuevas formas de escritura, una renovación del ensayo, de la narrativa, donde el que escribe se reconoce en cada una de esas letras, y el que lee, reconoce al otro y en parte, se reconoce a sí. Se reivindica el libro como fuente de transformación del que escribe, porque establece una conexión con el exterior, y el que lee, porque después de leer, se establece un nuevo orden de las cosas, una nueva relación de uno mismo con los objetos. “se escribe para ser otro de lo que es”. Yo digo también, se lee, para ser otro de lo que se es. Para Deleuze, el mismo hecho de escribir se convierte en una desnaturalización del propio yo hacia nuevas maneras de pensar, de ver y escuchar, de nuevas maneras de experimentar. Algo parecido representa las nuevas formas de escribir y de leer, para Foucault, el cual también reivindica el ensayo como medio de autoconocimiento, como una nueva manera de replantearnos nuestra esencia, como una alternativa a lo que creemos que somos, a lo que pensamos que es nuestra realidad. Es pues una búsqueda hacia otros emplazamientos, para ver si de alguna manera podemos hacer tambalear este mundo, el nuestro, construido con un único lenguaje.

Esta elaboración de mi propio pensamiento, trae consigo también, el mismo hecho de explorar y de crear, de cuestionar lo que somos y lo que vemos, en un ejercicio creativo, de reinvención de la historia, que forma lo antiguo, lo seguro.

Todo este proceso individual de acercamiento a nuevas formas de experiencia, es utilizado por estos autores bajo la metáfora del viaje. A partir del mismo hecho de viajar, que representa un salir a fuera, una búsqueda de una nueva posición, una salida al exterior que rompe los límites de una realidad construida por la historia. De eso se trata pues el viaje, un desplazamiento hacia lo desconocido, hacia lo que nos es incierto, como un viaje que cuestiona lo que pensamos que somos, lo que pensamos que vemos, lo que pensamos que oímos, lo que pensamos que es. Se trata pues, como dice Foucault, de un ejercicio de extrañamiento de lo que es nuestra vida, lo que es la historia, como una forma de experiencia que nos ha sido impuesta, pero que no es la nuestra.

Esta visión del mundo y de nuestra relación con él, puede ser recogido y aplicado a la pedagogía. Se trata pues de observar lo que hasta ahora los discursos absolutistas, las visiones consideradas como únicas para acercarse a este terreno. Se trata pues de una liberación del discurso escolarista y un acercamiento hacia nuevas formas de entender la pedagogía para ver que podemos pensar de nuevo.

Salir del escolarismo y ponernos a prueba, descubrir nuevas formas de subjetividad a partir de la experiencia que nos ofrece una nueva visión de la Pedagogía y contraponer lo que descubrimos a lo que nos imponen como modelos únicos de existencia.

Los sujetos son el resultado de la propia subjetivación, de su propio proceso interno, por tanto, si promovemos nuevas prácticas, podemos encontrar nuevas formas de subjetivación que no habíamos pensado Un cambio, pues en en la concepción tradicional del sujeto, como algo sustancial, cerrado, ahistórico e invariable (idea moderna del sujeto), puede dar lugar a nuevas formas de entendernos a nosotros mismos y ampliar los márgenes de lo que somos. Un cambio en el pensar al hombre como algo múltiple, mutable, sujeto a su historia y cambiante.

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